viernes, 16 de octubre de 2009

HECTOR TIZON



La materia de un escritor son las imágenes mentales que fija en palabras. La dimensión de su fracaso o de su acierto estará dada por la satisfacción y el convencimiento que tenga de haberse acercado en cuanto le fue posible a esas imágenes mentales que lo movieron a narrar escribiendo, pero jamás lo que escriba será exactamente igual a esas imágenes primigenias y allí radica su frustración y su desdicha, puesto que sólo él sabe la medida de su fracaso o de su acierto, nunca el lenguaje podrá reproducir el éxtasis y el relámpago de la belleza. Así es." Héctor Tizón


Un reportaje de Raquel Garzón

Esta es la historia de un viaje. O de dos. El primero es de papel y tiene forma y nombre de novela -Extraño y pálido fulgor- aunque haya sido soñado para el cine como guión de una road movie jamás filmada. El segundo (pensado con intenciones fotográficas), fue el escenario de una entrevista sobre cuatro ruedas bajo un sol sin sombra, que alternó asfalto y ripio a lo largo de los sesenta y tres kilómetros que van desde San Salvador de Jujuy hasta la localidad de Purmamarca. Un pueblito donde la quebrada de Humahuaca -soledad y frontera- comienza a insinuarse en 339 habitantes, calles de tierra, casitas de adobe, cerros de siete colores, aire puro a 2.139 metros sobre el nivel del mar y tiempo parado en seco hace tres siglos.

El anfitrión de ambos viajes (autor de la novela y entrevistado de la road interview) es el escritor Héctor Tizón, ya un clásico de la literatura argentina.


Extraño y pálido fulgor, editado por Alfaguara, es su libro número quince y, a la vez, un catálogo de solitarios que no han perdido (o no del todo) la fe. La novela narra la historia de un viajante de comercio que recorre pueblos sin nombre, traga polvo a lo pavote, rumia desencantos y siente cómo su vida se convierte en arena, comido por una rara tristeza en la que se ve engordar, envejecer y estar solo, mientras vende cosas inútiles a gente que las compra sin necesidad. Hasta que en uno de los cuartos de hotel que le depara el camino, encuentra, gracias a un azar nunca neutral, las cartas apasionadas de Abigail, una mujer que le reprocha a un tal Juan Fernández su silencio. Y se enamora. O cree hacerlo.

En dos páginas, el viajante decide convertirse en Juan Fernández, contestar las cartas y llevar esta partida de truco hasta el quiero vale cuatro. A ese par (destinatario y remitente), Tizón suma otros rostros: el de J.J., gerente y amigo del protagonista, metido a místico piola después de la viudez, que vive con humor contagioso su lugar en la trama, el de una ex esposa que rehace su vida con un político local y las prehistorias de un padre borrachín y jugador aunque buen tipo, de un abuelo uxoricida que batalla con la culpa y de un cura recluido en una capillita de provincia por prédicas no ortodoxas.

6 comentarios:

  1. "Un escritor no debe tener apremios económicos ni apuros. El ritmo de la escritura debe ser casi biológico, como el de la circulación de la sangre. El apuro puede lograr fines no queridos. Escribir debe ser una función armónica. Es lo mismo que hacer el amor de prisa, eso es una barbaridad."
    Héctor Tizón

    Qué buen post Roberto, excelente.
    Y bien dedicado.
    Un beso.

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  2. oh Roberto !!! graciasssssssss
    grandísimo Héctor Tizón, y esta novela.. justo ésta ! .. somos diferentes comunicándonos por cualquier medio que no sea "el cara a cara" o .. somos quienes realmente somos, despojados de falsos pudores o actitudes que involuntariamente asumimos al estar de frente a otro .. qué tema !
    gracias por dedicarlo, gracias por tus palabras .. y más, en Arbol de ..
    gracias por todo !! amigo mío.

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  3. La escritura es como el agua que mana de un río, nunca sabes hacia dónde te va a llevar...
    En el caso de Tizón me ocurre lo mismo, y por ello me apasiona,

    Un saludo,

    Malena

    Pd.: Te he agreagado a la lista de blogs que sigo, y te invito a ver el mío: kamariaaamori.blogspot.com

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